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«CELIA EN CUBA (1925-1962)» Lo que leí en la presentación en Miami.

Ante todo, quiero agradecer a la Florida Internacional University, al Cuban Research Institute en la persona de su director, el Sr. Jorge Duany, a Casa Cuba en la persona de María Carla Chicuén, a la Celia Cruz Foundation, en la persona del Sr. Omer Pardillo Cid, por acoger la propuesta de mi maestro, el Dr. Cristóbal Díaz Ayala, de presentar en este ámbito mi libro Celia en Cuba (1925-1962). Agradezco también a las señoras Aymeé Correa, de FIU; a Cristina Nosti y al staff de esta prestigiosa librería Books & Books, por su apoyo para hacer realidad esta presentación. Agradezco mucho también a todos ustedes por venir aquí esta tarde a rendir tributo a la vida y legado de nuestra Celia Cruz, porque esta presentación tendría sentido únicamente por eso: porque todo es por y para ella.

Fue y sigue siendo ésa, la motivación esencial que me inspiró a lo largo de 4 años de investigación y escritura para intentar documentar la etapa que considero más importante: la formativa, de desarrollo y consolidación de una de las carreras más fulgurantes que haya tenido jamás una cantante cubana, que, a su vez, resulta su período menos conocido y difundido.

Celia Cruz es la figura femenina más importante y universalmente trascendente de la música popular de la nación, y es además, uno de los eslabones principales en la historia cultural de la mujer afrocubana.

Pero Celia Cruz es también el misterio que acompañó mi niñez y mi juventud, un misterio alegre y guarachero, que siempre asocié a la felicidad, al talento y al triunfo personal. Hubo tiempos en que su voz rotunda e inconfundible desapareció de mi entorno, su imagen se esfumó y mi madre y mis tías pronunciaban su nombre en voz baja. No nací yo con aptitudes artísticas de las que pudiera presumir, de modo que el ejemplo de los logros conquistados por Celia en Cuba me estimuló en mi juventud para llegar a ser alguien en la vida, y su recuerdo era para mí indudablemente inspirador en todo lo que me propusiese. Pienso que algo similar pudo ocurrirle a muchas mujeres afrocubanas.

La carrera musical de Celia Cruz, su leyenda real y tangible comenzó en Cuba, donde se encuentran las raíces de su arte auténtico y profundamente popular. Desde un medio social y familiar humilde supo vencer todos los obstáculos de una sociedad patriarcal y de fuertes prejuicios clasistas, raciales y de género. El libro Celia en Cuba (1925-1962) pretende demostrar cómo estos logros fueron fruto del talento natural, la inteligencia, disciplina y profesionalismo que desde muy temprano marcaron el carácter y la personalidad de Celia Cruz, en una carrera profesional creativa y ascendente, donde mostró siempre un coherente sentido de pertenencia a la nación y de defensa de su identidad cubana y afrocubana.

La vida y el quehacer de Celia Cruz en Cuba recorren de modo transversal la mayor parte del siglo XX cubano, cuando ocurren procesos transformativos esenciales en la música cubana, de los que ella será parte activa o sujeto receptor de influencias, pero en ningún caso estará ausente, ni desligada de esos importantes hitos y eso, será crucial en el modo en que se proyectará la relevancia de su música más allá de la isla, en el impacto que alcanza después a nivel internacional. Celia tuvo la suerte de vivir esas épocas, pero también tuvo la lucidez personal de saber insertarse con su arte y sus aportes en estos procesos. Se habla poco de ciertas características de su personalidad que, junto a su enorme talento, hicieron posibles sus logros en Cuba, y los que siguieron, ya radicada en Estados Unidos: la sagacidad e inteligencia, la disciplina, el respeto al trabajo, la puntualidad, la agudeza y sencillez de su carácter, y la entrega total a lo que se propusiese, fueron rasgos muy acusados en la personalidad y el actuar de Celia que la hicieron, desde muy joven, una especie de “rara avis” en el panorama nacional cubano de su tiempo, al punto de ser destacados tanto por amigos y familiares, como por cronistas y críticos de la prensa de la época.

A todo esto se suma algo realmente extraordinario: Celia se hizo a sí misma. Sin mecenas ni managers que la guiarán en su etapa formativa y primeros años en la radio y el teatro, que fueron los ámbitos donde inició su carrera profesional, sin siquiera aproximarse a los cánones de belleza imperantes entonces, y que pudieran representarle, Celia siempre estuvo en control de sus metas y sueños profesionales, asimilando influencias, escuchando consejos, agradeciendo apoyos familiares, pero confiando en sí misma y dando lo mejor de sí para conseguir lo que se propusiera.

Mi libro destaca el modo en que esos rasgos de su personalidad y su actitud fueron esenciales en su camino triunfal hacia el reconocimiento y la fama, y vislumbra cuán decisivos fueron para ella cuando ya en Nueva York, su talento abrió las compuertas para su reconocimiento mundial como la cantante cubana y afrolatina de mayor trascendencia y perdurabilidad.

Celia nace 3 años después de la inauguración de la radio en Cuba, avance tecnológico del que, junto a las vivencias familiares y del barrio, recibirá las primeras nociones de lo que será a partir de muy pronto su razón de ser, su ocupación y disfrute mayor: la música. Faltaba escasamente un año para que el llamado Movimiento Afrocubano explayara a las artes, a la música sinfónica, la pintura y la escultura, a la poesía y la literatura, el reconocimiento del aporte africano a la cultura de la bisoña república, gracias a la genialidad de hombres como Alejandro García Caturla, Amadeo Roldán, Nicolás Guillén, los hermanos Grenet, entre otros. Y algo muy importante: mientras el danzón mantenía estables los espacios conquistados, Celia nace en medio del auge espectacular del son, y sus formaciones musicales portadoras: los sextetos, septetos, estudiantinas, tríos y orquestas, engrosaban cada vez más los catálogos de las casas discográficas norteamericanas que durante la primera mitad del siglo XX registraron en mayoría los sonidos de la música cubana. El surgimiento y desarrollo del danzonete será influencia consciente que recibirá la Celia adolescente que, años más tarde va a reconocer a Paulina Alvarez, la estrella fulgurante de ese sub-género, como su mayor referente en su carrera artística.

En los años 40 Arsenio Rodríguez introduce las innovaciones más atrevidas en el formato instrumental del son, al incorporar la tumbadora, adicionar más trompetas y reforzar el papel del piano dentro de la sección rítmica y Celia convive con la evolución de la sonoridad del son en el formato de conjunto. Cuando en agosto de 1950 debuta como cantante de La Sonora Matancera, Celia se convierte en una de los protagonistas de la nueva etapa evolutiva de los conjuntos y su voz aportará una nueva brillantez a la ya legendaria formación matancera.

Celia en Cuba (1925-1962) traza todo ese recorrido y a la vez, se propone llenar vacíos documentales en el camino biográfico de la gran cantante en el período en que vivió en su país natal, ubicándola en los contextos culturales, sociales y políticos en que transcurrieron las diversas etapas de su amplia y ascendente carrera artística. Celia no solo fue La Guarachera de Cuba: desde la década de los 40, Celia se estableció con éxito creciente como figura de la radio, transitó por el teatro lírico y musical en roles ligados al género afro; fue diva incontestable de Sans Soucí primero y Tropicana después, es decir, de los principales y legendarios cabarets cubanos de entonces, en los que la reivindicación del legado cultural de la ritualidad afrocubana tuvo cabida gracias a la genialidad de Roderico Neira, Rodney; fue de las primeras cantantes en aparecer en la naciente televisión cubana; fue actriz dramática protagonizando una radionovela y su filmografía en Cuba abarca 7 títulos donde, coincidentemente, muestra el amplio registro de los géneros musicales que abordó y la inserta tanto en el cine de Hollywood, con Affair in Havana, como en el cine experimental con De espaldas (Back Turned), filme que constituye un importante punto de inflexión en el cine cubano. Mi libro intenta mostrar y demostrar el amplio abanico que representa la versatilidad de Celia Cruz y su destreza en cualquier medio de expresión. Y esto transcurre en un recorrido cronológico que enfatiza también sus triunfos y decisiones personales, ubicando épocas y sucesos musicales y extramusicales, en particular la relación con su país y con su tiempo.

Decidí que no podía apelar únicamente a los testimonios; quienes me conocen saben que me acerco al anecdotario ajeno con mirada desconfiada e inquisidora que precisa siempre ser verificada, así que en enero de 2018 decidí iniciar una exhaustiva investigación basada en una inmersión profunda en la prensa de la época, tanto en Cuba como en los países donde Celia actuó, aunque sin renunciar a entrevistas y testimonios de fuentes primarias, de personas que fueron sus amigos y colegas, que la conocieron en esos contextos y vivieron con ella ciertas experiencias y momentos, y en declaraciones de la propia Celia recogidas en diversos medios. La investigación me llevó a sumergirme en archivos institucionales, personales, en medios de prensa; fondos y colecciones discográficas, fotográficas y cinematográficas; catálogos, textos monográficos, documentos legales, materiales audiovisuales, entrevistas, memorabilia, y libros sobre la gran cantante cubana que han antecedido a éste, y que son originarios o se encuentran en Cuba, México, Venezuela, Haití, Santo Domingo Colombia, Panamá, Perú, Nicaragua, Costa Rica, España, Países Bajos, Curazao y Estados Unidos.

Mi libro intenta ser lo más exhaustivo posible en ese recorrido vital y profesional de Celia, en su interacción con su medio y sus contextos en cada momento, y sobre todo en la expresión de su inigualable talento y el aporte de sus interpretaciones en géneros raigales cubanos como la guaracha, el son montuno, el afro y el bolero. Todos estos elementos, sumados al impacto mundial y a la trascendencia de su legado, permiten ubicar inequívocamente a Celia Cruz como parte inalienable del tronco de la cultura cubana, y entre los referentes más importantes que, a nivel universal y mediático, identifican hoy a la llamada cultura latina.

Aunque Celia vivió en Cuba hasta el 15 de julio de 1960, el libro se prolonga hasta junio de 1962, abordando un período de incertidumbres e indefiniciones personales y contextuales, y donde ocurren dolorosos acontecimientos que marcarán su vida y la relación con su país, un período donde también se encuentran los antecedentes inmediatos de la expansión de su carrera en los Estados Unidos, para culminar en el simbolismo de un momento que marca personal y profesionalmente el inicio de una nueva etapa en su vida: el 18 de junio de 1962 Celia Cruz subía al escenario del Carnegie Hall junto a las orquestas de Tito Puente y Count Basie. Hacía poco más de 23 meses que había salido de Cuba, su país natal, al que nunca pudo regresar. Con esa acción, que unía una vez más a músicos cubanos, latinos y jazzistas norteamericanos sobre un escenario neoyorkino, Celia entraba formalmente al espacio multicultural donde habrá de desarrollar el resto de su carrera y de sus ascendentes triunfos. El simbolismo de este hecho es evidente, por ser, además, el fin de una etapa y comienzo de otra donde la cantante cubana se insertará de manera inequívoca, gracias a la experiencia y el prestigio acumulados, y los logros conquistados en y desde su país de nacimiento. Con este acontecimiento, concluye mi libro Celia en Cuba (1925-1962), que pretende, con un criterio cronológico, recorrer y argumentar cuánto aportó su país de nacimiento al surgimiento, crecimiento y desarrollo del mayor ícono femenino de la música cubana, y cuánto ella devolvió a su gente y a la cultura de su país, que fue distinta, más enriquecida y plural cuando su voz se instaló definitivamente en el cenit n cultural de la nación para expandirse al mundo.

Cuando sale de Cuba, Celia exhibe records muy notables: actuaciones en 12 países, incluídos los Estados Unidos; 230 composiciones musicales recogidas en grabaciones comerciales y radiales originales conservadas; una filmografía amplia -8 filmes en el período que abarca el libro- y muy representativa; ha cantado acompañada por más de 30 orquestas y conjuntos de 8 países, conducidos por afamados directores y más de 20 premios y distinciones de reconocimiento, conquistados en su país. Estaba abocada a un momento crucial en su carrera, que algunos críticos y columnistas de la prensa especializada se encargaban de potenciar como individualidad, resaltando su indiscutible independencia y versatilidad como figura cimera en la música popular.

A 19 años de su muerte, Celia Cruz sigue siendo la figura femenina más conocida y reconocida a escala mundial de la música cubana. Pocos cantantes consiguen mantener una asombrosa vigencia aun después de su desaparición física, en legiones de seguidores, entre el público y los músicos que en el mundo se aferran a su legado clásico, o lo reinterpretan–como ella misma hubiera hecho- a los modos más actuales de hacer y asimilar sus guarachas, sones, afros y boleros. Y algo muy importante: Celia ha continuado inspirando a millones de niñas y jóvenes en todo el mundo, trascendiendo definitivamente las barreras raciales, sociales, geográficas y políticas. Celia es y será siempre Celia, y el grito de ¡Azúcar! será siempre sinónimo de felicidad y cubanía.

Miami, 26 de agosto de 2022.

Librería Books & Books.

Alquízar, Cuba. Soy una apasionada de la historia de la música y los músicos cubanos, de la memoria histórica y de asegurar su presencia historiográfica en las redes. Me gusta la investigación. Trabajo además en temas de propiedad intelectual y derechos de autor. Escucho toda la música... y adoro....la buena. Desmemoriados... es la interaccción. Todos los artículos son de mi autoría, pero de ustedes depende que sean enriquecidos.

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