
La soprano y el guerrero
Las cartas del Generalísimo Máximo Gómez a Chalía Herrera.
Artistas y líderes, cantantes y héroes militares han nutrido con sus vínculos y anécdotas de mayor o menor intensidad, la historia y la leyenda más allá de la música. A la mutua fascinación por méritos diferentes, pero confluyentes en puntos esenciales, no escaparon la soprano cubana Chalía Herrera y el Generalísimo Máximo Gómez. A Rosalía Gertrudis de la Concepción Díaz de Herrera y de Fonseca, nacida en La Habana, 17 de noviembre de 1864 y conocida como Chalía Herrera, Madame Chalia y también como Rosalia Chalia, se acredita el importante record de haber sido la primera mujer cubana –y probablemente, también latinoamericana- en realizar grabaciones comerciales de discos y una de las 3 primeras sopranos en grabar en Estados Unidos, antecedida por escasas semanas únicamente por Maria Romaine y Edna Florence. Ocurre en Nueva York, el 30 de octubre de 1900, grabando para el sello Victor[1]. Por esto, Chalía ha trascendido más que por ninguno otro hito en su triunfal carrera por los escenarios de Europa, México, Estados Unidos y de su propio país.
Rosalía «Chalía» Herrera (imagen tomada de internet con fines didácticos)
Al comenzar el siglo XX, Chalía Herrera era la soprano cubana más relevante de su tiempo y estaba en plenitud de una carrera ascendente. La prensa norteamericana y europea no cesaba de elogiar su talento vocal y belleza, que revelaba el potencial mostrado desde que iniciaba sus estudios de canto en Cuba con Angelo Massanet y cuando a partir de 1893 perfeccionaba su técnica en la Escuela de Opera y Oratorio, que animaba el músico y pedagogo cubano Emilio Agramonte. Allí debuta como cantante profesional, en el rol de Santuzza de Cavalleria Rusticana.
Su profusa discografía[2] se inició en 1898 y 1990 cuando registra para la marca Bettini cerca de 40 canciones en cilindros de cera, formato y tecnología que antecedió al disco sonoro. Entre 1900 y 1903 grabó al menos 43 piezas recogidas con la nueva tecnología: el disco. En sus primeras grabaciones canta sola y también en dúos, con acompañamiento de piano y flauta, al tiempo que hizo grabaciones experimentales con orquestas.
La soprano cubana hace carrera en Estados Unidos y la primera huella de sus éxitos la encontramos en The New York Times, el 28 de septiembre de 1896 en una reseña[3] sobre su actuación en el Hammerstein’s Olympia Music Hall acompañada por la orquesta del Metropolitan, dirigida por Anton Seidi. La nota señala que la soprano: «es escuchada en esta ciudad por primera vez. Su voz es rica en color, no especialmente dulce, pero sí bien entrenada. Su talento se mostró mucho más en el aria de Balla in Maschera de Verdi, y también en las canciones españolas que interpretó y que fueron gratamente acogidas.»
Patriota
En estos años Chalía apoya la guerra independentista cubana iniciada en 1895: ofrece recitales, conciertos, apoya actos patrióticos y aporta generosas cantidades a los fondos económicos del Ejército Libertador y para los refugiados cubanos en Estados Unidos. El 12 de junio de 1898 la publicación norteamericana Democrat and Chronicle[4], de Rochester, destacaba un extenso recuadro biográfico de Chalía, bajo el título Give Her Voice for Her Country (Alza su voz por su país), motivado por la gran contribución de la soprano a la causa mambisa. Entre los datos biográficos que aporta el columnista anónimo indica que:
«…su padre había ostentado altos cargos en las fuerzas navales y que su abuelo paterno había sido almirante de las fuerzas navales españolas. Por la línea materna, su segundo apellido era De Fonseca, siendo descendientes directos del conquistador español Ponce de León (…). Chalía nació en La Habana, pero en edad temprana fue enviada a España a estudiar.»
Sobre sus inclinaciones y valores, el cronista explicó:
«Muy pronto dio muestras de su talento musical y sus impulsos humanitarios cuando siendo muy joven ofreció un concierto junto a su hermana en ayuda a un hombre pobre que había despertado sus simpatías infantiles. El concierto fue un suceso que tuvo como finalidad conseguir una casa segura para el señor sin hogar y fue tal el apoyo que obtuvo, que llegó a crear una suerte de hogar-fundación para ancianos, dando refugio a ocho de ellos. Poco después de regresar a su Cuba natal, conoció a Mr. Graham, un residente norteamericano en la Isla con intereses empresariales en la industria del ferrocarril y las minas de hierro. Vivieron en Santiago de Cuba hasta que la guerra los hizo dejar su hogar y emigrar. […] Uno de los últimos actos de Madame Chalía en Santiago de Cuba fue una función a beneficio del Club José María Heredia, destinada a recaudar fondos para los soldados cubanos heridos.»
Y continuó acerca de la vida de Chalía en Santiago de Cuba y Europa:
«La magnífica residencia de los Grahams, ubicada en una de las colinas que descendían hacia la bahía santiaguera, fue convertida después en ruinas, probablemente por la acción de los bombardeos. Tras el estallido de la guerra, Madame Chalía se trasladó a París para continuar su formación musical y sus progresos ocurrieron tan rápido que fue contratada rápidamente para el rol de “prima-donna” en la ópera Claudia, cuyo compositor había estado año y medio buscando a la cantante ideal. Madame Chalía tuvo solo seis días para estudiar su papel, mas el éxito fue un verdadero y rotundo suceso. En la misma función, sin ensayo previo, cantó también Cavalleria Rusticana. A su regreso a Estados Unidos, se presentó en Boston y Philadelphia en la ópera André de Chenier dirigida por Mapleson. […] Desde que los Graham regresaron a Nueva York hace un año, Chalía se ha identificado con los intereses cubanos; hace unas semanas ofreció un brillante concierto en Chickering Hall en ayuda a los refugiados cubanos.»
Al aproximarse el desenlace de la guerra hispano-cubano-americana, finalizando el siglo XIX, Chalía vuelve a Cuba. El 4 de mayo de 1902, el diario El Fígaro daba la noticia de su llegada a La Habana: “Su viaje de recreo tiene por objeto presenciar el advenimiento de la República, a cuya causa prestó meritísimos servicios en el extranjero.”[5]
Chalía Herrera en la ópera Carmen, de G. Bizet. (imagen tomada de internet con fines didácticos)
Según el Diario de la Marina, en la serie de eventos en torno a la proclamación de la república, Chalía participa en un concierto en el teatro Tacón, de La Habana, donde interpretó, acompañada de un coro femenino, la canción Cuba, de Eduardo Sánchez de Fuentes. Algunas fuentes indican que fue Chalía Herrera la única cubana que cantó en los actos por la proclamación de la república e investidura de Tomás Estrada Palma como primer Presidente de Cuba el 20 de mayo de 1902.[6]
Las cartas atesoradas
Para 1954, su segundo esposo, Pedro de Ulloa, desde su viudez, había convertido su espaciosa casa de Marianao en templo de veneración y respeto a la que fue su esposa. Chalía había muerto 6 años atrás y allí atesoraba no solo sus recuerdos de convivencia, sino también las huellas de los triunfos de su esposa amada en los más famosos escenarios internacionales. En aquel hogar convertido en personal museo, lo visitó el periodista Luis Rolando Cabrera, a quien Ulloa desveló un tesoro epistolar: seis cartas de puño y letra del Generalísimo Máximo Gómez escritas a Chalía en fechas posteriores a 1900, cuando ya el guerrero dominicano, también cubano por méritos incuestionables, había descabalgado, enfundado la espada al terminar la guerra independentista de 1895, y enfrentaba decepcionado, pero firme, los estremecimientos de las luchas por el poder en la recién nacida república cubana.
Generalísimo Máximo Gómez Báez (Baní, República Dominicana, 18 de noviembre de 1836 – La Habana, Cuba, 17 de junio de 1905)
Las cartas de Gómez a la soprano son prueba de la amistad y cercanía de que disfrutaron, donde el dominicano encontró espacio para el elogio a los valores artísticos de Chalía Herrera y también para dejar muestras de una ardiente admiración. La revista Bohemia, en su edición del 13 de junio de 1954, fue explícita al publicar fotos de algunas de esas cartas[7] celosamente guardadas por Pedro de Ulloa. La primera de las 6 cartas está fechada el 23 de agosto de 1900, en Santo Domingo, donde se encontraba entonces el Generalísimo:
“Mi dulce amiga: Por un olvido involuntario –tú que eres tan buena como bella- perdónalo-, se le olvidó a mi esposa la carta q. te incluyo y la cajita adjunta q. para ti le entregara una amiga tuya en Santiago de Cuba. Y es el portador de todo eso mi amigo Eugenio Dechan que al mismo tiempo te presento y cuya amistad puede serte útil puesto que le he recomendado muy y mucho que ponga a tu disposición sus servicios. Ruego al Cielo que te proteja en tu empresa y con mis afectuosos recuerdos a Tomás puedes vivir creyendo que te quiere mucho tu respetuoso amigo. M. Gómez”.
Once días después de la carta anterior, Máximo Gómez escribe de nuevo a Chalía, quien ya le ha respondido a su anterior epístola. El guerrero da fe de haber asistido a una de las funciones ofrecidas por la diva en La Habana y para ello le bastan solo unas líneas:
“Chalía: Qué contento me he sentido con tu cariñosa carta. No te hubiera dejado separar de aquí sin ir a saludarte. Dime a qué hora recibes. De ninguna manera yo podía dejar de ir al teatro a admirarte una vez más. Ya me verías con los míos. Tu querido amigo. M. Gómez”.
La tercera carta en orden cronológico, comentada por el periodista de Bohemia, rezuma tristeza y desencanto, intuye que su final está próximo, pero deja entrever cuán cercana le era Chalía Herrera al Generalísimo, hombre duro y hermético donde los hubiera, que no duda en sincerarse con ella, confidente sensible. La firma escueta –Gómez- habla también de proximidad:
“Chalía: He leído tu carta como sé yo leer las cartas que me dirigen las señoras, con respeto. Lo de ayer, quiero decir, lo de la Convención, no te preocupes, ni triste ni alegre. Tú no sabes el amigo tan desengañado que tienes en mí. Iré a verte sí; bien sabes cuánto te estimo y admiro. Mucho creo que hay en común en nuestros desgraciados destinos. Ya hablaremos de todas estas cosas y nos diremos un adios que puede ser eterno, pues se me antoja creer que no nos veremos más aquí en la Tierra. Tuyo amigo respetuoso. Gómez”.
Los acontecimientos inherentes a la guerra contra la metrópoli española primero, y la breve Guerra Hispano-Cubano-Americana después, dan paso, tras la independencia, a los avatares de la política en la naciente república. Gómez habrá de sufrir incomprensión e infravaloración de su entrega a la causa independentista, en momentos en que –sentía- su vida se aproximaba al fin.[8] En los orígenes de ese estado de ánimo que comparte con la diva en esa carta están los incidentes ocurridos al establecerse la Asamblea del Cerro de 1899 como gobierno provisional y que el dominicano se había negado a dirigir por su condición de extranjero y militar, sumados a las contradicciones y polémicas en torno a las indemnizaciones del gobierno norteamericano, que culminaron con su destitución como General en Jefe del Ejército Libertador. Pero una semana después, el 17 de febrero de 1901, vuelve a escribirle y su tono es un tanto menos dramático, pero muy enigmático en otro aspecto: el de la naturaleza de sus sentimientos hacia la soprano:
“Chalía: No he de dejarte ir sin mi cariñosa despedida. ¡Cómo pudiera suceder eso!” Y desde ahora te digo: No me olvides. Te entregaré yo mismo una carta. Tu amigo leal, M. Gómez.”
Fragmento de una de la cartas (imagen tomada de la revista Bohemia – Artículo citado)
Un día después, el 18 de febrero, le escribe más, solo para subrayar su admiración y su especial sentimiento hacia ella:
“Chalía: Mucho hemos sentido que no nos hubiéramos encontrado en casa. No te esperábamos. Hoy he sabido que ya no embarcas hasta el 20. Por si acaso no te encuentro o no puedes recibirme llevo esta carta. Ella es mi despedida afectuosa. ¿Y será acaso eterna? Yo creo quizás no. No me olvides Chalía. Escríbeme. ¿Qué te diré y qué te daré como recuerdo? No tengo más que el corazón pues el Destino ha sido siempre implacable conmigo. Solo pido al Cielo que limpie de polvo tu camino y que conserves en tu memoria el recuerdo de tu respetuoso amigo. M. Gómez.”
Transcurre más de un año hasta la próxima –y última- carta, fechada en mayo 18 de 1902. Es más bien una nota:
“Mi estimada Chalía:
Muy ocupado no había podido contestar a tu carta. No me dediques nada a mí. No me exhibas. Yo te puedo ayudar de otra manera. Muy affmo. Amo. Gómez.”
La fecha de la nota explica su contenido: dos días después, las manos del viejo guerrero izarían la bandera de la estrella solitaria sobre una tierra liberada. La instauración de la República mantuvo al Generalísimo sumido en múltiples actividades y debates, para dar por concluida una contienda sobre las armas que le llevó la mayor parte de su vida, la vida del guerrero audaz. Pero no deja de advertir a su amiga que no desea glorias ni ser convertido en un estandarte de exhibición, lo que habla de la modestia de quien era en ese momento, el único sobreviviente de la gloriosa tríada mambisa de la última guerra, que completaban José Martí y Antonio Maceo.
La prosa del Generalísimo –frases breves, sentencias cortantes- recuerda el estilo de las órdenes militares, proclamas y partes de cuartel, con la parquedad telegráfica, a la que debió estar tan acostumbrado. En lo expresivo, los códigos de aquel tiempo permiten suponer que los sentimientos del Generalísimo hacia la bella y talentosa Chalía Herrera iban más allá de una simple amistad: sus palabras transpiraban devoción.
Tres años y veintinueve días después de su última carta a Chalía Herrera, el Generalísimo Máximo Gómez moría en La Habana, despojado de sus altos cargos militares, sin fortuna personal, pero con la gloria asegurada, por merecida y una multitud de cientos de miles venerándole en su adiós.
Chalía Herrera (imagen tomada de internet con fines didácticos)
La soprano cubana continuó su carrera triunfal en el bel canto en Italia y México. En 1915 canta por primera vez en el Carnegie Hall en un recital y al siguiente año lo hace en Venezuela y en 1922 en España. La contrata la Metropolitan Opera Company en 1925 para cantar en varios programas radiales. Destaca no solo como cantante, sino también como empresaria al crear su propia compañía en México, con la que actuó en Venezuela, Puerto Rico y Ecuador. Años más tarde, emprendedora indetenible, fundó en Nueva York la Sociedad Chalia Opera Company, para estimular la entrada al arte lírico de repertorio e intérpretes hispanos y latinos.
Para el musicólogo y discógrafo Dr. Cristóbal Díaz Ayala, la carrera discográfica de Chalía Herrera es aún más relevante que la teatral, no solo por los hitos antes señalados, sino por la ingente cantidad de grabaciones que realizó, y por ser una de las primeras sopranos que grabaron en Estados Unidos, solo aventajadas por Marie Romaine y Edna Florence, quienes grabaron para la Victor en 1900.
Grabó además, para los sellos Monarch, Zonophone y en sus últimos registros, para la marca Columbia. Su catálogo de grabaciones llega hasta 1912, comprende unas 135 canciones o registros del género operístico, pero, a tono con su acendrado sentido de pertenencia, introdujo en sus actuaciones y grabaciones piezas de autores cubanos, como la habanera Tú (Eduardo Sánchez de Fuentes) grabada inicialmente en cilindros; las guarachas Bajo un guayabo y Mulatica de mi vida (ambas de José Marín Varona); la clave Las desventuras de Liborio y el bolero Lloraba un corazón (las dos, de Manuel Mauri), la canción Guarina (Sindo Garay). Chalía retiene también el mérito histórico de grabar La borinqueña, de Félix Astol, considerada la primera grabación de música puertorriqueña.
En 1946 Chalía regresa definitivamente a Cuba. Su patriotismo y compromiso con la gesta independentista cubana fueron reconocidos al otorgársele la más alta distinción estatal entonces, la orden “Carlos Manuel de Céspedes.” Chalía Herrera murió en La Habana dos años después, a los 84 de edad, el 16 de noviembre de 1948.
© Rosa Marquetti Torres
NOTAS
[1] Cristóbal Díaz Ayala: Cuba canta y baila. Enciclopedia Discográfica de la Música Cubana. Parte I. II. Etapa de cilindros y discos.
[2] Discography of Historic American Recordings. Universidad de Santa Barbara, California. https://adp.library.ucsb.edu/index.php/mastertalent/detail/108819/Chalia_Rosalia
[3] Mr. Seidl at the Olympia. First of the Metropolitan Permanent Orchestra’s Concerts There. En The New York Times. 28 de septiembre de 1896. Pag. 5
[4] Give Her Voice for Her Country. En Democrat and Chronicle. Rochester, New York. Junio 12 de 1898. Pag. 4
[5] Lapique Becali, Zoila: Cuba colonial. Música, compositores e intérpretes 1570-1902. Ediciones Boloña. Y Editorial Letras Cubanas. La Habana. 2008. P. 338.
[6] Fernández, Martín: Justo Alonso, de O Valadouro, doña Pepita y la diva cubana Chalía Herrera. En La Voz de Galicia. 9 de agosto de 2021.
[7] Luis Rolando Cabrera: El alma tierna y amorosa de Máximo Gómez. Seis cartas desconocidas. En revista Bohemia. 13 de junio de 1954. Pps. 30, 31 y 112.
[8] James Figarola, Joel: Cuba, 1900-1928: la república dividida contra sí misma. Editorial Oriente. Santiago de Cuba, 2002. PP. 43 y 52.


Un comentario
Juan Ordóñez Bazán
Magistral como todos tus artículos. Enhorabuena.