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Zoila Gálvez, la primera soprano negra de Cuba. Una vida increíble – Parte 3 (final)

Afrentas y reconocimientos

Tras su éxito en el Carnegie Hall en 1953, Zoila comparte su tiempo entre esporádicos recitales y conciertos, homenajes y la labor docente que tanto mérito agregó a su hoja de vida, marcada también por momentos de agravio, como para recordarle, de tiempo en tiempo, su origen étnico, el color de su piel, sin que a algunos le importaran los lauros y el respeto general conquistado dentro y fuera de Cuba. En 1942 la soprano tuvo que enfrentar una denuncia del maestro Gonzalo Roig ante la Policía Secreta por “presunta negativa a devolver las partituras de 35 orquestaciones realizadas por él y pertenecientes a su archivo”, que dio lugar a la causa No. 937 en el Juzgado de Instrucción de la Sección Segunda, y que se diluyó en la nada ante las alegaciones de la soprano y la intervención de numerosas personas en su favor[1] Doce años después Zoila debió encarar otra humillación, al negársele la entrada al escenario del Teatro Auditorium cuando pretendía saludar a dos artistas amigos que actuaban la noche del 14 de mayo de 1954, siendo agredida de palabra y físicamente por un empleado de ese recinto. No importó la airada reacción de la prensa y los círculos artísticos en protesta pública contra esta afrenta a una figura de tanto prestigio: el condenado no fue el agresor, sino la soprano, que debió pagar una multa de 30 pesos cubanos, por una presunta contravención a la normativa establecida por la Sociedad Pro-Arte Musical, según la cual a las personas negras no se le permitía el acceso a la platea del teatro.[2]

Zoila Gálvez. Inicios de los años 50. Archivo Linda Mirabal-Nelson Toledo.

Exactamente 2 meses después del imperdonable agravio, el aprecio popular por Zoila y su estirpe se hace presente al conferírsele la Orden Nacional de Mérito Mambí, en rango y grado de oficial, recibiendo la correspondiente Cruz de Honor, con la que también se honraba la memoria de su padre, el Coronel José Gálvez. Sus altos valores son ratificados cuando en 1956 se le otorga la alta condecoración estatal Orden Nacional de Mérito Carlos Manuel de Céspedes con el grado de Dama, entonces una de las más altas distinciones concedidas por la República de Cuba por servicios excepcionales al país.[3].

Durante la década de los 50, Zoila dará escasos recitales y conciertos: en 1955 interpreta en la Universidad Nacional José Martí el aria de Manon Lescaut (Auber), escena y aria de La Traviata (Verdi) y Guajira (Lecuona) Nueve años después, en 1964, se presenta en la Biblioteca Nacional acompañada por el pianista Nelson De Bergue, ofreciendo un recital de canciones, lo mismo que en 1966 en el Museo Nacional de Bellas Artes. En mayo de 1973 en el programa Album de Cuba, conducido por la también soprano Esther Borja, Zoila Gálvez realiza su última aparición pública.
Magisterio y legado

Zoila eligió la pedagogía muy temprano en su vida. Con 27 años, inició formalmente su camino como maestra y pedagoga, dejando su huella indeleble, en particular, en las aulas del Conservatorio Municipal de Música (hoy “Amadeo Roldán”). Allí comienza su labor docente en 31 de marzo de 1926 cuando es nombrada profesora de solfeo de la entonces Escuela Municipal de Música, posición que será efímera, pues durante su viaje a Estados Unidos, queda cesante, perdiendo su empleo, según información publicada en el Diario de la Marina el 27 de octubre de 1927, siendo despojada de su plaza laboral. Hacía unos meses que había muerto su padre, y la ascendencia del finado mambí en la sociedad y la política no alcanzó a protegerla tras su desaparición física. Cuatro años después, en 1931 es nombrada nuevamente en la misma escuela con el cargo de profesora de canto, en el que se desempeña hasta octubre de 1933 cuando es cesanteada por segunda vez. En agosto de 1935 recupera la plaza, pero será por solo 2 meses y no volverá a la Municipal de Música hasta 1937 cuando el 11 de enero es nombrada Profesora Titular de canto para mantenerse con esta categoría docente hasta su jubilación el 30 de abril de 1972.

Zoila Gálvez canta en un recital. Años 50. Archivo de la autora.

Según algunos de sus antiguos alumnos, Zoila fue una prestigiosísima pedagoga, una suerte de leyenda asociada a la excelencia, el rigor, la sabiduría, la exigencia y el amor al canto. En la década de los 60 extiende su labor docente a otros espacios físicos: cuando se crea el Teatro Musical de La Habana, imparte técnica vocal a sus integrantes, lo mismo que en el grupo Teatro Rita Montaner y en el Teatro Nacional de Guiñol, labor que desempeñaría entre 1962 y 1966. Vive los vergonzantes sucesos del Guiñol creado y dirigido por los hermanos Pepe y Carucha Camejo, junto a Pepe Carril, y adopta una postura que dignifica su formación y sus ideas. Su filiación izquierdista no le impidió ver y valorar con justeza algunos de los nefastos incidentes que en la cultura cubana comenzaron en la década de los 60.

A lo largo del tiempo muchas de las voces notables de la ópera y el teatro lírico cubano y músicos de probada trayectoria fueron alumnos de Zoila: las sopranos Gladys Puig (EPD), Ninón Lima y Linda Mirabal; la pianista y pedagoga Teresita Junco (EPD), la directora coral Digna Guerra, el compositor y pedagogo Roberto Valera, el intelectual Pedro Simón y el barítono Nelson Toledo, entre muchos otros. Los testimonios de algunos de ellos, entrevistados en exclusiva para Desmemoriados, delinean el perfil de Zoila Gálvez como pedagoga y ser humano y hablan de la importancia que tuvo en sus vidas y carreras:
Hablan sus alumnos

Pedro Simón

Doctor en Ciencias Sociales y Derecho Público por la Universidad de La Habana. Director del Museo Nacional de la Danza de Cuba. Director de la revista Cuba en el Ballet.

“Desde muy pequeñito tuve pasión por cantar. Mi abuelita se desesperaba porque me ponía a cantar todo el tiempo y gritaba: “Dale un puñadito de azúcar a este niño para que se calle, por Dios, que me tiene loca!”- cuenta Pedro Simón.- Soy de una familia muy humilde, con muchos problemas materiales, soy de Agabama, en el municipo de Fomento, Las Villas, donde nací y me crié. Allí estuve hasta mi adolescencia, cuando termino la escuela superior [hoy secundaria básica]. Me presenté a unas oposiciones y gané una beca en el Centro Superior de Ceiba del Agua, donde estuve interno 4 años y me gradué allí. Casi con 17 años me quedé trabajando en La Habana. Ya era huérfano de padre, y mi madre se fue conmigo. Tenía un deseo ferviente de estudiar música, pero necesitaba mantener a mi madre, por eso trabajaba para asegurar la parte económica. Me matriculé en el conservatorio, pero también en la universidad porque necesitaba una carrera que me garantizara el futuro. Lo del canto era una cosa importante para mí, pero no podía ser prioridad, porque no me daba seguridad de vida.

«Llegó el momento en que no podía con la exigencia de los dos ámbitos. En el conservatorio, además de solfeo y teoría, había matriculado guitarra clásica, siendo alumno del eminente Isaac Nicola y también canto, con Zoila Gálvez. Ella me detecta enseguida, se da cuenta de lo que yo quería, porque, además, hablaba mucho con ella. Por eso, y por muchas otras cosas, tengo una opinión tremendamente emocional con respecto a Zoila, porque ella fue muy, muy deferente conmigo. Era una mujer progresista, una mujer de izquierdas y ella se percató de que toda mi familia también era de izquierdas, supo que yo tenía tíos que estaban entonces en la Sierra del Escambray; después del triunfo de la revolución, la alternativa de la universidad se me convirtió en disyuntiva, tenía que decidir, no podía asumir ambas cosas. Cuando le dije a Zoila lo que me pasaba, me dijo que si no podía yo ir al conservatorio, debía ir a su casa y ella me daba las clases allí. Nunca me cobró ni un centavo, porque ella sabía que yo tenía una situación económica difícil. Era una persona estupenda, era como una madre para mí. Sabía toda la actividad revolucionaria de mi familia y eso fue un factor de solidaridad hacia mi situación. Iba a su casa de Lawton donde me daba las clases, y allí conocí a Enrique, su esposo, ya en silla de ruedas. Fui durante mucho tiempo, alguien asiduo.

Zoila Gálvez al piano, imparte clase a Pedro Simón y a un alumno no identificado. Archivo Pedro Simón.

«Estudié e hice el Doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad de La Habana, me seleccionaron para prepararme como profesor de filosofía y me iban a dar una beca para especializarme en Alemania, porque mi doctorado era en Ciencias Sociales y Derecho Público. Me despido de ella y es donde me hace una dedicatoria muy especial, deseándome éxitos. Realmente, ella fue maravillosa conmigo, y yo siempre fui muy cercano a ella. Asistía a todas las actividades que hacía. Llegué a cantar en conciertos de alumnos que ella organizaba en el Conservatorio; me animaba muchísimo para que cantara; era una mujer muy cariñosa y deferente con mi persona. Humanamente, un ser extraordinario; y como artista, alguien muy grande. Me hizo las historias de cómo escondió a Guiteras en su casa y cómo ella empezó a cantar para despistar a los que podían venir. Era una mujer muy progresista.”

El regalo de Carlos Enríquez para Zoila

Obra «Campesinos felices», regalo de Carlos Enríquez a Zoila Gálvez, muestra notable de la vanguardia del modernismo cubano.

“Lo del pintor Carlos Enríquez, me parece importante –subraya Pedro Simón-. El cuadro estaba en el mismo local donde ella daba las clases de canto en su casa. Una pieza grande, que cubría una buena parte de la pared, se llamaba “Campesinos felices”, era quizás el que más comprometía a Carlos Enríquez, era una denuncia, la imagen de unos campesinos famélicos, empobrecidos y detrás, la propaganda política: “Vote por…”. Carlos Enríquez se lo da a ella, diciéndole: “Zoila, yo sé cómo usted piensa, yo sé la sensibilidad que usted tiene…”. Y el cuadro obsequiado estuvo siempre en la sala de la casa de Zoila y Enrique. Un día llegué a su casa y el cuadro ya no estaba.

‘Lo doné al museo, Pedro, pienso que debe conservarse, que ese cuadro ayuda a una mejor interpretación del pintor, viendo esta obra se le puede juzgar mejor. Por eso creo que debe estar en un museo y no aquí’ -me explicó con determinación.

“He notado que cuando el cuadro ha sido expuesto, casi nunca se dice que fue donado por Zoila Gálvez, a sabiendas de lo que significaba no solo desde lo artístico, sino también desde lo ideológico, y ella lo dona precisamente con esa intención.”

Zoila Gálvez en una manifestación popular en los años 60. La Habana. Archivo de Pedro Simón.

“La visité por última vez en el hogar de ancianos y salí muy impresionado, porque ya su cabecita estaba mal. Estuve presente en su funeral, y en su entierro en el cementerio de Colón, donde el musicólogo Argeliers León despidió el duelo en un emotivo discurso improvisado, destacando los valores artísticos de Zoila y un hecho muy importante: que nunca olvidó a los compositores cubanos, porque cuando hacía su programación siempre incluía obras de autores cubanos. Argeliers destacó que algunas obras de los compositores del Grupo de Renovación Musical pudieron ser escuchadas por primera vez fuera de Cuba gracias a Zoila Gálvez, que los incluyó en sus conciertos.”[4]

Roberto Valera
Compositor, pedagogo, director orquesta. Es uno de los compositores latinoamericanos más destacados de su generación.

“Durante 5 años fui alumno de Zoila. Me dio clases en el Conservatorio Municipal de La Habana y también en su casa particular de Santos Suárez. Me daba clases sin cobrarme un centavo, porque sabía que yo procedía de una familia pobre. Ella creía que yo iba a ser cantante. Me clasificó como bajo-barítono o bajo-cantante. Como yo era muy joven, comencé en su clase a los catorce años, y ella decía que las voces graves maduraban más tarde. Me prohibió cantar en el coro del conservatorio, que dirigía el maestro Manuel Ochoa, Trinito, y con quien ella no se llevaba muy bien.

Roberto Valera

«Esta prohibición para mí resultaba muy frustrante porque me gustaba mucho el coro, donde cantaban muchos de mis compañeros de estudios: Teresita Junco, Carmen Collado, Digna Guerra, Guido López-Gavilán… Para ese coro, donde no me dejaban cantar, escribí mi primera obra coral, “Es por ti”, sobre un poema de Roberto Fernández Retamar. Ochoa la estrenó. Fue una sublimación de mi frustración por no poder cantar en ese coro. Pero esto no disminuyó mi cariño, mi respeto y mi agradecimiento a la gran Zoila Gálvez. Ella estrenó una de mis primeras canciones de concierto, “Soy como un niño distraído”, sobre un poema de Juan Ramón Jiménez. En resumen, en mi caso, el compositor le ganó al cantante, que se manifiesta a través de mi amor por la música vocal, la poesía y la actuación escénica.”[4]

Nelson Toledo

Cantante, actor y pedagogo. Ha integrado destacadas compañías de teatro lírico y zarzuela en Cuba y España.

“No recuerdo cuándo empecé a cantar, pero sí desde niño, desde siempre me gustaba cantar. En la adolescencia empecé a estudiar música en el conservatorio municipal de La Habana y un día una compañera de la clase de solfeo me comenta que ella daba clases de canto con Zoila Gálvez. Y a mí aquello me sobrecogió, porque para mí Zoila Gálvez era una leyenda. No la conocía ni la había oído cantar nunca, pero en mi casa se hablaba de ella. Y en mi libro de Historia de Cuba, en la escuela primaria, tenía una sección llamada Personajes Destacados de la Cultura Cuba y la primera persona que aparecía era Zoila Gálvez. Le pregunté a mi amiga si Zoila podría darme clases a mí también y le pedí que me llevara. Zoila me recibió en su casa de la calle Goicuría entre Carmen y Vista Alegre, en La Víbora. Me atendió muy bien, muy cariñosa y, elogiando mi voz, hasta trajo a su esposo Enrique Andreu –quien ya estaba en silla de ruedas- para que me escuchara.

Nelson Toledo, tercero desde la izquierda, junto a De izquierda a derecha: Luis Brunet, Ulises García, Xiomara Palacio y Pepe Carril con los muñecos de la obra «Don Juan». Teatro Nacional de Guiñol, La Habana, Cuba. 1969. Foto tomada de La Jiribilla.

“Mi primera clase con Zoila fue de prueba. Mi padre accedió a pagarme las clases y así estuve un tiempo, tomando clases con ella, hasta que debido a ciertos hechos que ocurrieron, no pude seguir y me desvinculé. Seguí cantando en casa, siempre, pero me matriculé en la Escuela de Arte Dramático, pues también me gustaba actuar y en 1967 pude optar por una plaza en el Teatro Guiñol, hago las pruebas y las gano. Y al entrar en el Guiñol me reencuentro con Zoila, que ya trabajaba allí. Un día me llama y me dice: “Aquí le doy clases a todos, y más o menos, como actores, pueden cantar, pero tú tienes condiciones para hacer una carrera como cantante y tú tienes que ir al conservatorio y yo te voy a llevar.” A pesar de que le dije que no tenía tiempo, insistió, decidiendo que iría los lunes a tomar sus clases. Y así fue: me llevó ante el director del Conservatorio “Amadeo Roldán”, comunicándole que a partir de ese momento yo comenzaría a tomar clases con ella y pidiéndole que me asignara una profesora de solfeo.

“Allí, en el segundo año conozco a Linda Mirabal, entre los chicos nuevos que entran al conservatorio y luego nos reencontramos ya en el Guiñol. Cuando regreso de la gira que hizo el TNC por los antiguos países socialistas, asisto a un recital que Zoila había organizado con sus alumnos en el Conservatorio y ahí Linda cantó una canción francesa. Pude ver su progreso enorme y, sentado junto a Zoila, le comenté la maravilla, el milagro que ella había obrado en la voz de Linda. A partir de ahí, Linda y yo fuimos cada día más cercanos, unidos por la música y el teatro, y siempre Zoila estuvo ahí, elogiando nuestra constante cercanía y comunicación, siempre le encantó nuestra relación. Zoila presenció su nacimiento y desarrollo. Estuvo en los momentos importantes de nuestras vidas. Estuvo en nuestra boda. Fue una gran cosa encontrarla y tenerla en nuestras vidas, porque me enseñó a cantar bien, me enseñó el rigor con el que hay que enfrentar la carrera y siempre tuvo mucha fe en nosotros. Siempre nos lo decía.

Nelson Toledo, en foto reciente. Cortesía del entrevistado.

“Cuando la trasladaron del Conservatorio para la Escuela de Superación Profesional “Ignacio Cervantes” para allá fuimos con ella. Y cuando se jubiló y empezó a dar clases en su casa, coincidió con momentos muy duros de nuestra profesión, donde nos quedamos al margen, cuando la parametración, que terminó con la hermosa realidad del Guiñol Nacional, fue Zoila quien nos rescató y nos conminó: “En mi casa, 2 veces por semana. ¡No se pueden detener!” Tuvo la confianza y nos dio el ánimo suficiente para seguir. Nos conminó a que nos presentáramos al concurso de canto de la UNEAC, a pesar de que yo consideraba que no estaba suficientemente preparado. Zoila nos dijo: “¡Tienen que ir! ¡Tienen que demostrar que ustedes valen!”. Nos montó todo el repertorio de las 3 pruebas que había que pasar. Fuimos, nos presentamos y ambos ganamos menciones.” Fue un trabajo de Zoila en las peores circunstancias.

“Zoila estuvo en nuestra boda, en cada paso que dábamos, cuando nació nuestro primer hijo, y nos ha acompañado para siempre, porque ese espíritu ha continuado con nosotros. Pienso en Zoila y el pecho se me llena de ternura, de admiración y de cariño por ella. Y el cariño que ella siempre sintió por nosotros, y la fe ciega que tuvo en los dos. No he hecho la carrera que ha hecho Linda, pero pude hacer muchas cosas como cantante: en Cuba, recitales, algunas cosas en la ópera, comedia musical, todo siempre ligado al Guiñol, porque volví y seguí ligado al Guiñol, hasta que salí de Cuba, cuando ya Linda estaba establecida acá en España y me invitó a venir por un mes, y hasta hoy. Aquí en España tuve la posibilidad de hacer algunas cosas en el Teatro de la Zarzuela y empezar a trabajar en el género de la zarzuela española, que siempre me gustó mucho, pero al que no pude acceder en Cuba.

Linda Mirabal junto a Zoila Gálvez, a la izquierda. Detrás, de pie, Nelson Toledo. En el extremo izquierdo, de pie, el padre de Linda y junto a Zoila, el compositor René Márquez. Archivo de Linda Mirabal y Nelson Toledo.

Zoila para nosotros sigue viviendo. A ella le gustaba mucho comer en restaurantes y le gustaba mucho Rancho Luna, donde hacían aquellos frijoles negros y aquel pollo tan rico. Más de una vez nos decía que no nos fuéramos cuando terminábamos las clases. Nos quedábamos preocupados, pensando que había algún problema, hasta que ella aparecía, y nos anunciaba: “Tengo una mesa reservada en Rancho Luna, para que vayan a comer conmigo.” Cuando teníamos clases en su casa, siempre antes de irnos nos hacía tomar una copita de Viña 95 con una yema de huevo dentro… esas cosas así, anécdotas maternales, de la época en que uno estaba un poco bajo de moral, con un desánimo que se reflejaba hasta en la postura que había adoptado al sentarme, y recuerdo que una vez me regañó, amablemente, diciéndome: “Nunca te vuelvas a sentar así. Siempre erguido, y dándole el frente a la vida, porque así se sientan los que están desahuciados de todo. Y tú tienes mucho camino aún por andar; por muchas ruedas y palos que te hayan puesto en el camino, te queda mucho camino que recorrer.” Así era Zoila: siempre dando ánimo. Nos decía “¡Pa’lante!! Hay que meter caña! Que hay muchos canallitas, pero hay que poder con ellos.” Y aquí estamos tantos años después, con nuestras carreras, 48 años de matrimonio tras 6 años de relaciones (nos conocimos en 1969) y con Zoila siempre con nosotros.”

Linda Mirabal
Soprano y pedagoga, con una relevante carrera en compañías de ópera y teatro lírico en Cuba, España y otros países.

De haber sobrevivido y asistido consciente al auge y esplendor de la carrera de Linda Mirabal, su maestra Zoila Gálvez habría visto en ella su continuidad y la encarnación de sus sueños de triunfos internacionales. Linda cree, sin embargo, que, desde su enorme espiritualidad, Zoila lo supo y para ello trabajó, puliendo con paciencia inédita aquel diamante en bruto que solo ella sabía era la voz de la bella y talentosa soprano cubana de ancestros haitianos. Linda Mirabal se reconoce deudora absoluta de su magisterio y ejemplo.

Linda Mirabal en los inicios de su carrera profesional. Archivo Linda Mirabal

“Estudiaba en el Instituto de La Habana. Siempre tomaba la ruta 15. Mi papá me iba a buscar para regresar a casa, y siempre coincidíamos con una señora delgadita, negra. Mi papá me decía a cada rato: “Esa es una gran cantante”. Era Zoila Gálvez, pero yo no sabía nada más de ella, ni nunca la había escuchado cantar. Cuando aquello no soñaba yo cantar, ni dar clases ni mucho menos.” Así recuerda la notable soprano cubana Linda Mirabal sus primeros encuentros con quien poco después sería su descubridora, maestra y sin duda, una de las personas más importantes en su carrera. Hija de la famosa cantante haitiano-cubana Martha-Jean Claude, Linda no había dado señales de querer o poder seguir el camino de su madre.

“Eran tiempos de muchas oportunidades para estudiar. Así, me acerco a la música y decido que quiero estudiar violín, pues mi abuelo paterno había sido violinista, pero cuando llego al conservatorio me dicen que ya estoy un poco mayor para comenzar y un profesor me convence de que había otro instrumento muy lindo y posible para mí: el oboe. Como en mi casa todo el mundo había estudiado música, lo decidí y me matriculé. En la clase de solfeo, una chica me dice que yo tenía una bonita voz, que era soprano y le respondí muy molesta, porque entonces aquello para mí era una ofensa: la imagen que tenía de las sopranos era la de unas mujeres gordas con gargantillas y cantando fatal. Ella me retó a apostar a que yo era sopran,o y apostamos. “Vamos a donde la maestra Zoila y ella te hará la prueba y dirá si eres soprano o no”. Corrían los años 60. Zoila me escuchó, me hizo una prueba y me dijo algo que no se me olvida y que he dicho yo a mis alumnos años después: Tú te das cuenta de que lo haces mal, verdad? Le respondo: Claro! Y ella me responde: “Entonces, tienes arreglo. Ven lunes, miércoles y viernes.” Pero yo no quería estudiar canto y así se lo digo. Pero ella me insiste. “Usted tiene que estudiar canto, porque tiene un potencial.” Pero cuando me di cuenta de que las clases de canto eran en la noche y que podía tener más libertad, fue eso lo que me decidió a comenzar!

«Pero yo tenía el oído cuadrado, como decimos. No daba una nota bien, y es que yo era muy tímida y parece que, según Zoila, la timidez me hacía no reproducir bien los sonidos. Tampoco tenía una base en mi casa, donde lo que se oía era mucho tambor por mi mamá, aunque mi padre siempre escuchó muy buena música, CMBF Radio Musical Nacional, por ejemplo. Quise dejar las clases de canto y Zoila me lo impidió: “Usted va a seguir, y usted va a cantar.” Soy soprano por Zoila Gálvez. No nací, como muchas cantantes, con una voz privilegiada. Tuve que estudiar mucho. Mi voz me la fabricó Zoila Gálvez. Con esa visión, con ese conocimiento, con esa maestría, y con esa espiritualidad especial, vio en mis condiciones que nadie vio. Ella conectó conmigo como si yo fuera su hija, fue algo muy lindo. Y para mí ella fue mi segunda madre. Sufrí mucho cuando murió, porque Zoila me enseñó todo lo que sé, tuve que estudiar, pero ella fue quien descubrió mis posibilidades, y con mucho esfuerzo supo sacar lo mejor, moldearlo y perfeccionarlo, incluso hasta con lágrimas por mi parte, porque combinaba su dulzura y cariño con un alto nivel de exigencia como docente.

“Soy el producto de lo que me enseñaron mis maestros Luis Carbonell y Zoila Gálvez. Fue ella quien me dio la base de la técnica vocal, la que me enseñó a amar el arte lírico y Luis fue mi repertorista, porque con esa voz yo aún no sabía lo que iba a ser: si cantante de ópera, si de lírica cubana, de música afrocubana, y Luis fue quien me encaminó y gracias a eso soy lo que soy hoy día, desde el punto de vista profesional y personal. Me dieron muchos consejos, me ayudaron mucho, me protegieron, y sobre todo me dieron el rigor de la profesión, la seriedad, el dar la palabra y cumplirla, cosa que hoy es muy difícil de encontrar. Esa soy yo: lo que he aprendido, lo que he cultivado, y me siento muy orgullosa de haber tenido los maestros que tuve, porque aprendí una profesión que respeto y amo y hoy día que también ejerzo como profesora entiendo por todo lo que ellos pasaron y trato de inculcarle a mis alumnos todo lo que ellos me inculcaron: seriedad, disciplina, amor.

“Era una maestra excelente, completísima, hablaba varios idiomas, se ocupaba con gran sabiduría del estilo, de la musicalidad, tocaba el piano, te hablaba de la técnica en cada pieza… me dio clases de técnica, prácticamente hasta que murió.” Zoila tenía la capacidad de percatarse cuando la gente tenía un talento oculto, entonces, con sus enseñanzas, potenciaba todo eso. ¡Ni mi madre se dio cuenta nunca, pues me llevó a muchos lugares y siempre le decían que no, que yo nunca iba a cantar! Fue Zoila la única en verlo.

«Yo era una soprano ligera, empecé cantando “Caro nome” y “Romeo y Julieta”, que era para sopranos muy agudas, pero yo no me empapé muy bien de lo que estaba haciendo hasta años después. Al principio iba a las clases por inercia, por salir de noche, por los chicos –ahí conocí a mi esposo-, pero Zoila me pidió: “Déjame trabajar” y ella moldeó todo y despertó el interés en mí. Nos enseñó primero la respiración, uno de los temas más difíciles del canto; a frasear, la parte interpretativa también. Como profesora, Zoila era muy completa, porque sumaba su excelente interpretación al piano; técnicamente se preparó mucho en Cuba, en Italia y en España. Era muy perfeccionista. Te pedía 2 lecciones para el día siguiente y tenías que tenerla, sí o sí, en un momento en que no había facilidades para fotocopiar, comprar u obtener un libro, etc. ¡Era muy exigente, muy exigente, auténticamente rigurosa! Después redondeé todo eso con Carbonell, que también era super exigente. Con ellos aprendí a ser una buena profesional. Creo que lo soy, que lo he sido. Al principio fue un agobio, pero después fue una dicha.

Linda Mirabal. Archivo de la artista.

«En cuanto al repertorio, Zoila lo trabajaba con profundidad. Tenía un repertorio muy extenso y un archivo estupendo. “L’altra notte in fondo al mare” de la ópera «Mefistófeles»[Arrigo Boito] fue la pieza que más trabajo me dio. Muy difícil para mí en ese momento, a pesar de que Zoila pensaba que tenía el nivel necesario para asumirla, pero quizás no fue así. En general, los objetos de nuestras clases fueron óperas, canciones cubanas, Lieder. No recuerdo haber cantado zarzuelas. Me revisó muy bien el repertorio. Ahora todo está en Youtube y todos piensan que pueden cantarlo, pero no todo es para todas las voces.

«Para mí ha sido una guía, la tengo presente, sobre todo, a la hora de cantar, porque la gente piensa que como es ópera, hay que gritar, pero ella siempre decía: no hay que gritar. Uno canta con resonadores y eso es el micrófono de la voz, es lo que te amplifica la voz. Hay que hacer el canto bonito, no tienes que desfigurarte, debe ser algo agradable y que la gente te recuerde por eso, por la belleza que la gente encuentra en lo que cantas. Fue una verdadera dicha encontrar a Zoila y todavía hoy la llevo muy presente, sobre todo cuando tengo alumnos y pierdo la paciencia, porque ella tenía muchísima paciencia.

«Nuestra relación era una muy filial. Muy de madre e hija. Zoila no tuvo hijos, y no sé si ella vio en mí la proyección de sí misma o el retrato de ella misma en su juventud, porque ella, por ser negra, pasó mucho, muchísimo, y claro, yo llegué en otra época, y quizás yo eso no lo valoraba tanto, porque no pasé por lo mismo que ella, ese problema racial nunca lo tuve y si lo hubo, nunca me enteré. He sido muy afortunada. Zoila se identificó enseguida conmigo, desde todos los puntos de vista, no solo como maestra: iba a mi casa, íbamos a conciertos, recitales, a comer en restaurantes, asistíamos hasta misas espirituales. Ella tenía sus poderes. Era muy espiritual. No es que íbamos mucho, pero una vez le avisé de una y quiso acompañarnos a Nelson y a mí. Ella era muy progresista, se interesaba por todo, lo espiritual también era parte de la cultura cubana, a pesar de que eso no estaba en mis planes, era muy jovencita, y a pesar de ser hija de haitiana en mi casa nunca vi ni un caldero. Pero ella tenía sus poderes mágicos, diría yo. No sé si era vidente, o que ya la experiencia le decía que yo iba a ser una gran artista o cantante, pero ella vio cosas. Una cosa calzaba a la otra: como maestra y porque tenía su espiritualidad. Siempre la llevo presente, siempre. Fue mi segunda madre. Me aconsejó mucho, me preparó bien. Cuando veía a alguien que no era “trigo limpio” decía: “¡Son unos canallas!

“Ella tenía su casa muy limpia y ordenada, a pesar de que vivía sola. Su archivo completamente ordenado por secciones. Zoila me dio acceso a él, y cuando muere lo entregué íntegro al Museo Nacional de la Música de Cuba salvo pocas cosas que ella me entregó especialmente para mí.”

Linda Mirabal reconoce que Zoila se afanó extraordinariamente en su formación y en establecer con ella esos fuertes lazos que la convirtieron en algo más que una simple discípula. Es evidente que Zoila avizoró, desde su espiritualidad, que su alumna podría completar sus sueños personales en el bel canto que la vida le obligó a dejar truncos, una suerte de alter ego que reivindicaría su lugar como mujer negra en la historia de la ópera y el canto lírico desde Cuba.

El final

“Para mí Zoila fue una diosa. Me dio todo lo que tengo. Nunca pensé vivir de mi voz, y lo he hecho, y mi familia también.”-continuó Linda Mirabal-. “Tras meses de ardua preparación, debuté en la opera con “Pagliacci” (Los payasos)[Rugero Leoncavallo]. Zoila iba a asistir ese día para verme en mi estreno, y le reservé su palco. Veía que no llegaba, y ya no se pudo esperar más. Antes de comenzar, nadie me dijo nada y mientras transcurría el espectáculo yo cantaba y miraba para el palco vacío. Zoila había enfermado. Cuando se acabó la función me dijeron que habían tenido que ingresarla de urgencia. Zoila nunca más fue la misma. Aunque me había visto cantar en recitales, en la televisión, nunca pudo verme cantar ópera. Lo lamenté muchísimo.

Zoila Gálvez a sus 86 años, vista por el dibujante, ilustrador y caricaturista José Luis «El Gallego» Posada. Publicada en la revista Revolución y Cultura. Febrero 1985. Archivo de la autora.

“Cuando comenzó a perder facultades, Nelson y yo nos ocupamos de ella. Fue como un Alzheimer rápido, nada gradual y comenzó a vivir entre el delirio y la realidad inmediata, entre el mundo de la ópera y el tema racial, que la marcó para toda su vida y del que nunca pudo apartarse. Antes de que eso ocurriera, ella me lo había pedido: que cuando ya no pudiera valerse por sí misma la internara en una institución. Para lograrlo, tuve el apoyo de Alicia Alonso y su esposo Pedro Simón, que había sido uno de sus alumnos más queridos y quien le agradecía y la veneraba. Los fines de semana Nelson y yo la sacábamos del asilo y nos la llevábamos a casa. Cuando Zoila murió yo sufrí mucho. A pesar de que ya yo era adulta, no podía entender su muerte, no podía entender de que ya no estuviera.

«Zoila se adelantó a su época, tenía, como mi madre, una sabiduría especial, como si le hablaran al oído. Y de todo lo que aprendí a su lado me he nutrido a lo largo de mi vida. Hoy doy clases gratuitas a muchos muchachos que llegan, porque nosotros –Nelson y yo- también tuvimos la generosidad de Zoila en los momentos muy difíciles en nuestras vidas. Nunca nos cobró un centavo. A todos los compatriotas que puedo, mientras no trabajen, les ayudo, porque yo me formé de esa manera, no pudo hacer otra cosa, mucho más si una recibió esa ayuda.”

A lo largo de su vida y también después de 1959 Zoila Gálvez recibió numerosos reconocimientos y distinciones: Hija Predilecta de Guanajay, Hija Adoptiva de la Ciudad de La Habana, Hija Distinguida de Pinar del Río, Huésped Distinguida de la ciudad de Cárdenas, Hermana Adoptiva de la Logia Minerva, Reconocimiento de la Sociedad Amiga de la Cultura de Santiago de Cuba, Medalla al Mérito de la radioemisora CMQ; Socia Eminente de la Sociedad de Instrucción y Recreo Antilla Sport Club; Trofeo de Plata del programa de participación Estrellas Nacientes de CMQ TV; Socia Honoraria de la Asociación de Cultura Musical de Costa Rica; Diploma de la Logia Masónica; del Conservatorio Amadeo Roldán por su labor pedagógica durante casi 40 años; diploma del Teatro Nacional de Guiñol; la Orden Nacional de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) y el Sindicato de Trabajadores de Artes y Espectáculos; la distinción Raúl Gómez García del Sindicato de Trabajadores de la Cultura y otros.

Zoila Gálvez falleció en La Habana el 26 de noviembre de 1985, a la edad de 86 años. Hasta el Cementerio de Colón la acompañaron sus alumnos Pedro Simon y Nelson Toledo, entre muchos otros amigos, admiradores y discípulos. El notable musicólogo Argeliers Leon despidió el duelo, resaltando en particular los méritos de Zoila y el modo en que siempre defendió la cubania incorporando de manera sistemática obras de autores cubanos en sus conciertos y recitales.

Hoy varias generaciones de cantantes y músicos vinculados a la ópera y el teatro lírico desconocen la extraordinaria vida de una de las glorias de su cultura nacional.

© Rosa Marquetti Torres

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Agradecimientos a Linda Mirabal, Dr. Pedro Simón, Nelson Toledo, Roberto Valera, discípulos de Zoila. A Jaime Jaramillo, Ulises Hernández, Iván Giroud,; al proyecto etnovisual AfroKuba, dirigido por el etnólogo Miguel Ángel García; a Jaime Masó, David Rodríguez Alfonso; José Ramón Neyra y Omi Soria; Enrique Río Prado, Verónica González (Colección Díaz Ayala en FIU), Jorge Fuentes, Miguel Barnet, Jorge Rodríguez, Jesús Gómez Cairo (EPD) y Ron Hudson (Archivo Carnegie Hall).

NOTAS

[1] Fajardo Estrada, Ramón: Ernesto Lecuona. Cartas. Pag. 237. Nota # 370. Ediciones Boloña. La Habana. 2012

[2] Piñeiro Díaz, José: Cronología artística de Zoila Gálvez (soprano y profesora). Museo Nacional de la Música. La Habana. Cuba. Marzo 1989. *
[3] La Orden Nacional de Mérito Carlos Manuel de Céspedes fue creada por el Decreto Presidencial n° 486 de Gerardo Machado, el 18 de abril de 1926. Se otorgaba como recompensa a servicios prestados a la patria por personas nacionales o extranjeras en el ejercicio de cargos diplomáticos u otros eminentes servicios prestados a Cuba y a la humanidad. Fue establecida como una orden de la que el Maestre, y por tanto el autorizado para concederla era el Presidente de la República, el Secretario de Estado era el Canciller y el Subsecretario de Estado el Vicecanciller. En 1978 fue reemplazada por un sistema nuevo de órdenes y condecoraciones establecido por el gobierno del Primer Ministro Fidel Castro.

[4] Entrevista de la autora con el Dr. Pedro Simón. Madrid, 5 de abril de 2023.

[5] Intercambio escrito entre la autora y el maestro Roberto Valera el 1 de marzo de 2023.

Alquízar, Cuba. Soy una apasionada de la historia de la música y los músicos cubanos, de la memoria histórica y de asegurar su presencia historiográfica en las redes. Me gusta la investigación. Trabajo además en temas de propiedad intelectual y derechos de autor. Escucho toda la música... y adoro....la buena. Desmemoriados... es la interaccción. Todos los artículos son de mi autoría, pero de ustedes depende que sean enriquecidos.

11 Comentarios

  • Jesus rodriguez

    Tuve la dicha de conocerla en los bajos de mi casa,me la presento una señora que lka conocia pues su hija tambien fue cantante lirica y cdespues trabaje en La opera y conoci mucho de su historia.

  • Omar Mederos

    Gracias querida Rosa. Me ha encantado recuperar en mi memoria algunos momentos de la vida de Zoila Galvez y sobre todo incluir muchos que desconocía.

  • Rosa Marquetti Torres

    Muchas gracias, Omar querido. Puedes ver aquí mismo, en mi DESMEMORIADOS, las dos primeras partes de mi trabajo sobre Zoila, que abarcan sus épocas de mayor gloria sobre los escenarios.

  • María Tomasa Marquetti

    Gracias Rosi, por compartir. La verdad veo todo ese heroísmo toda la discriminación y se me aprieta el pecho. Cuantas piedras en el camino para ser una persona y profesional increíble. Admiración y respeto por su legado.

  • Richard mirabal Jean Claude

    muy estimada Rosa me he vuelto un adicto a todas tus investigaciones y libros publicados . Mina pensé ser un fan tuyo te veía en otro espacio . Sinceramente te felicito y te propongo seguir este rumbo de te quiere mucho y te admiro sé que mi familia la cual conoces también éxitos y continua cuenta también con mi apoyo

  • Rosa Marquetti Torres

    Querido Richard: Llevo este blog desde el 2014. Es unipersonal: además de investigar y escribir, yo lo hago todo: proceso los videos, las fotos, y selecciono la música que comparto. Me alegra que te guste y cuento con tu apoyo. Abrazo.

  • Jorge Petinaud Martinez

    Querida Marquetti, cuanto disfruto y aprendo con tus investigaciones. Sigo siendo tu eterno admirador. Que privilegio ser tu amigo desde los días de la colina universitaria.

  • Nelson Toledo

    Querida Rosa, he vuelto a leer tu brillante trabajo sobre nuestra querida Zoila Gálvez, me he emocionado tanto como la primera vez y quiero desde aquí decirte publicamente lo que tantas veces te he manifestado personalmente. Es un estudio minucioso sobre la vida y obra de esta gran figura de nuestra cultura como nunca antes se había hecho, resuelto con una elegante prosa, dominio del idioma y sobre todo con muchisimo amor. Te reitero nuestro eterno agradecimiento, de Linda y mio, por haberlo realizado y por contar con nuestros testimonios sobre la que fué nuestra profesora y guía en la vida y en el arte. MUCHAS GRACIAS, así, con MAYUSCULAS.

  • Rosa Marquetti Torres

    Muchas gracias, querido Nelson, por tu elogioso comentario. Sin embargo, subrayo que sin tu contribución y la de nuestra querida Linda Mirabal, este tributo a la gran Zoila Gálvez no habría sido posible.

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